Un apellido con historia grande




Hablar del apellido Reig implica hablar de uno de los apellidos con más historia en la localidad de Río Colorado, al punto que aún hoy, ni bien se ingresa a la provincia de Río Negro por Ruta Nacional 22, puede accederse a la región de establecimientos frutícolas que lleva precisamente por nombre Colonia Reig.
Don Baltasar Reig, fue el pionero que inició la larga tradición de ese apellido en nuestro pueblo.
En su Mallorca natal, compartía con su familia una finca muy importante denominada “La Mustic”, en donde tenían plantaciones de olivo, castañas y nogales entre otras cosas.
Recientemente casado con Margarita Salvá, quien además estaba embarazada de su primer hijo, decide que ambos realicen el largo viaje que los traería hacia tierras argentinas. Corría aproximadamente el año 1890.
Luego de su arribo a Buenos Aires, deciden trasladarse a Bahía Blanca, y luego a las cercanías de la región conocida como La Vitícola.
Baltasar quedó absolutamente maravillado con las bondades que ofrecía el lugar, y poco a poco comenzó él mismo a prosperar y ser dueño de sus tierras durante algunos largos años.
Pero el espíritu aventurero de don Baltasar Reig no se detuvo allí. Se pierden en el tiempo los datos exactos pero posiblemente en los primeros años del siglo XX, decide trasladarse nuevamente esta vez más al sur, hacia nuestra región.
Por estos momentos ya contaba con una familia compuesta por varios hijos, entre los cuales Antonio era su primogénito.
En el paraje conocido como “La Margarita”, don Baltasar arrienda cuatro leguas, y allí, en un humilde rancho que los cobijó desde el principio, fueron creciendo sus hijos e hijas, y pudo comenzar a prosperar nuevamente a fuerza de trabajo y empeño.
Con el correr de los años, Baltasar decide comprar tierras en las cercanías del pueblo en constante crecimiento, y construye una casa cerca de la costa del río, en inmediaciones de lo que hoy conocemos como barrio Antena.
Sobre la personalidad del fundador del apellido Reig en nuestra ciudad conocemos muy poco, pero de los relatos que perduran en la memoria de sus descendientes, se sabe que era una persona de gustos refinados, y que en su casa podía encontrárselo luego de una jornada de trabajo, en uno de sus sillones hamaca, disfrutando de buenos cigarros y bebidas blancas.
En muchas ocasiones, luego de la cena, solía dirigirse caminando hasta el Hotel Comercio, en cuyos salones ofrecía a los concurrentes un grato momento, con las suaves melodías que extraía del piano, ya que según se recuerda, era muy buen concertista.
Con el tiempo el apellido Reig siguió consolidándose, sobre todo en el empeño de sus hijos Antonio y Julián, que constituyeron una sociedad a la postre exitosa, pese a algunos vaivenes económicos.
Fueron ellos, los que en la década de 1940, deciden subdividir y poner en venta las tierras de su propiedad, sobre la margen derecha del río Colorado, y que ambos habían adquirido unos años atrás, dando así origen a una próspera Colonia.

En la foto puede verse a Antonio, el primero de los hijos de Baltasar Reig

Rusconi, un gran cooperativista...





Nació en el año 1901, en Buenos Aires, hijo de un profesional de la arquitectura, y al cobijo de un hogar con buenos recursos, en el que las urgencias económicas no resultaban un tema de preocupación para la familia.
Sin embargo, prontamente ocurre un hecho que forjaría su personalidad y torcería su destino para siempre.
Cuando tenía tan sólo catorce años de edad su padre muere, dejándolo a él como el mayor de ocho hermanos, y prácticamente sin ninguna ayuda económica.
El tiempo comenzó a ser repartido entre la necesidad de trabajar para ser el sustento de su familia, y la obligación de cursar sus estudios durante la noche, lo cual le permitió terminar los estudios primarios.
Complementariamente a su educación elemental, también logró recibirse de mecánico y al tiempo comenzar a trabajar con un hermano de su padre, propietario de unas máquinas trilladoras, tarea en la cual Euranio aportó sus conocimientos de motores y maquinarias.
Hacia el año 1932 se instala con las máquinas trilladoras en Río Colorado, debido a la gran demanda que generaban las tierras de la colonia recientemente formada por Lorenzo Juliá y el ingeniero Juan Echarren.
Contaba para realizar las tareas con una tropa numerosa de trabajadores, muchos de ellos de origen turco.
Es en estos años cuando Juliá le otorga 28 hectáreas de tierra en plena Colonia, debido a que por problemas económicos le resultaba imposible pagar la tarea realizada por Rusconi.
Aquellos eran tiempos difíciles, y aunque se convirtió en propietario de aquellas tierras, nuevamente tuvo que emigrar a Buenos Aires, en donde un empleo como capataz en una fábrica alemana de herramientas y repuestos mecánicos le proporciona una nueva posibilidad de estabilidad económica.
Pero llega el año 1944 y debido a la Segunda Guerra Mundial, la fábrica debe cerrar y Rusconi decide regresar definitivamente a Río Colorado a hacerse cargo personalmente de la producción de su chacra.
Cuatro años después, en 1948, su hija mayor se enferma de meningitis con tan sólo 13 años de edad y queda con medio cuerpo paralizado, sin poder caminar.
A partir de allí nada volvería a ser lo mismo en la vida de Euranio Rusconi y de su familia. Cuando su hija cumple 14 años, un 21 de septiembre a las 15 hs, aparentemente por una mala atención médica, su hija mayor fallecía debido a una complicación cardiaca.
Fue éste otro trágico momento en su historia personal, pero que marcaría también un aspecto fundamental de su temperamento posterior y de todas las actividades que fue realizando a lo largo de su vida.
A partir de ese gran dolor, comenzó una inmensa necesidad de llenar un vacío, de realizar o participar en obras que mantuvieran su tiempo y su mente ocupada. Según el testimonio de su propia familia, él mismo comentó en más de una oportunidad que todas las tareas que pudo llevar adelante lo ayudaron para matizar en parte el profundo dolor causado por la muerte de su hija mayor.
Superados lentamente los años difíciles, provocados por la paralización y la crisis generada durante la Segunda Guerra Mundial, comienzan tiempos en que se ven favorecidas las oportunidades de aumentar la producción de frutales y vinos, con lo cual la Colonia Juliá y Echarren empieza a ver como poco a poco la producción crece y comienza a demandar una mejor y más adecuada inversión para favorecer dichas oportunidades.
En el año 1933 había tenido lugar en dicha Colonia, la fundación de la primer Cooperativa de Productores, impulsada y presidida por Amadeo Pagliai, pero con el correr del tiempo dicha Cooperativa había declinado en sus tareas, quedando prácticamente paralizada en sus actividades.
Es así como llega el año 1948, y bajo un nuevo impulso se concreta una segunda fundación, gracias sobre todo a las exitosas gestiones llevadas a cabo por Euranio Rusconi.
Cuenta actualmente su hija, que ella fue testigo privilegiada de la campaña que llevó adelante su padre, visitando chacra por chacra en su Ford T, solicitando y consiguiendo los avales suficientes para concretar el proyecto.
Las escrituras que eran propiedad de muchos chacareros fueron confiadas para poder gestionar un crédito bancario, una muestra de confianza manifestada por muchos, tanto en el proyecto como en la persona de Rusconi.
Un gran dolor personal fue el disparador de sus obras, y no sería la última sino quizás la primera de una larga lista de quien llegaría con el tiempo también a ser Intendente de nuestra localidad.

“Yo fui la primer novia de blanco...”



Cuando en el año 2007 empezamos con ésta idea del rescate de la memoria viva, se comenzó, a modo de práctica de las alumnas de la carrera de Turismo, una búsqueda de testigos que pudieran aportar con sus vivencias personales, datos y anécdotas referidas al pasado local y que pudieran enriquecer la imagen de todos acerca de cómo fueron aquellos tiempos.
Todos los que nos involucramos en el proyecto, comenzamos a indagar y a buscar el paradero de la o las personas que pudieran ayudarnos, generalmente vecinos de mucha edad y que tuvieran la suficiente memoria y predisposición para permitirnos indagar en sus recuerdos.
Hoy, un año después de nuestros inicios, podemos decir que comienzan a ser muchas las personas que generosamente nos brindan su tiempo, pero por aquellos días surgía un nombre repetidamente, eran muchas las personas que nos aconsejaban hablar con la que según todos, era uno de los almacenes de memoria (si así se puede decir) más importante de Río Colorado, Doña Josefa Saizar de Finochiaro:

“...Mi papá vino de Maipú en el año 1904, cuando llegó, el primer almacén que conoció fue el de Joaquín Aznarez, que entonces tenía el almacén donde está el kiosco El Beco ahora, y era también el Banco de él, porque entonces no existían Bancos, ni médicos, no había nada...”
“...cuando había una mujer de parto había dos o tres mujeres que eran prácticas en eso y atendían...a mamá la atendieron así, porque no había más nada...”


No fue una sino varias las visitas que se le hicieron a Doña Josefa, quien además sabemos que ha colaborado en cuantas entrevistas se le han requerido. Y es que de su memoria brotaban incontables anécdotas, con una precisión de nombres y fechas que por momentos resultaba abrumadoramente envidiable.
Ella recordaba por ejemplo, imágenes de una de las familias que supo ser de las más acaudaladas de la zona, como fue el caso de los Duhau, dueños de grandes extensiones de tierra entre las cuales estaban los establecimientos del antiguo Viñedo, que luego pasara a manos de Nazar Anchorena:

“...Los Duhau cuando venían de Buenos Aires, acá tenían un auto, que fue el primero que yo conocí, en el año 1920 más o menos, y tenían un chofer...entonces cuando venían agarraban el auto y recorrían todos los campos que tenían...”
“...Domingo Zubieta que estaba encargado en la estancia El Caldén tenía teléfono con papá en la otra estancia vecina y que también era de los Duhau...entonces cuando llegaban los patrones agarraba el teléfono y le avisaba para que se prepare...”


A medida que nos relataba su vida, desfilaban instantáneamente los nombres de los vecinos más conocidos, y de los lugares de referencia histórica de un pueblo en gestación. Entre ellos surgió por ejemplo la tienda de Ramón Tuero, donde Josefa fue considerada prácticamente de la familia, y donde su esposo Mariano Finochiaro tuvo que acudir una tarde para solicitar permiso para empezar a visitarla.
Pero también nos contó de su propia participación en actividades comunales que aportaron al crecimiento del pueblo tal cual lo conocemos hoy:

“...En esa época en la Iglesia del Sagrado Corazón de Villa Mitre había una comisión, y hasta había socios, yo era la secretaria...en esa comisión surgió la idea para hacer otra Iglesia que hoy es la Iglesia Santa María, frente a la plaza...todos trabajábamos y pedíamos donaciones...es por eso que yo digo que para mí la Iglesia es algo mío...el día que se inauguró, toda esa cuadra cortaron el tránsito, era un mundo de gente...”
“...El primer cura que se quedó efectivo acá, y que vino a la Iglesia de Villa Mitre allá por el año 1935 más o menos, fue el padre Filapello...”


Aquí podríamos incluir unos comentarios sobre dicho padre. Lo que ocurre es que las personas de mayor edad recuerdan muy bien al padre Filapello, sobre todo es y será recordado por haber sido un hombre de un carácter un tanto fuerte, dicen quienes lo conocieron que hasta se podría decir que su carácter rondaba siempre las cercanías del mal humor.
Tranquilo Filapello (su nombre le hacía burla a su temperamento) era italiano, y había venido de una Europa envuelta en guerras y eso quizás explique su carácter y hasta su enojo por la poca concurrencia a las misas que por entonces ofrecía en el Sagrado Corazón de Villa Mitre.
Cuenta un memorioso que una vez intentaron convencerlo que modere la dureza de sus palabras, y ante la pregunta de por qué elegía siempre la misa para retar a los feligreses respondió: “má, si es el único momento en que los veo...”
En otra ocasión parece que la novia que iba a contraer matrimonio ese día, llevaba un escote lo suficientemente llamativo como para provocar los refunfuños del padre Filapello. Llegado el momento de la ceremonia el único que tardaba en aparecer era el cura por lo cual uno de los asistentes lo fue a buscar y le preguntó qué estaba esperando, y él respondió: “que la novia termine de vestirse...”
Pero anécdotas al margen volvamos a Josefa, ya que ella no sólo participó activamente en la comisión de dicha Iglesia, sino que además ostentaba orgullosa un privilegio que por estos años puede parecernos mínimo, pero es sin duda por lo menos curioso, y algo que resultaba inolvidable para ella:

“...En la Iglesia del Sagrado Corazón, yo lo he dicho siempre, la primer novia de blanco que se casó en esa Iglesia fui yo, porque antes, todas las de la zona que querían casarse por Iglesia tenían que ir a Bahía, y si no traían un padre de Don Bosco o uno de Santa Rosa, pero la costumbre era casarse de negro...yo me casé por Iglesia y fui la primer novia de blanco, tengo ese honor de decirlo...”

Gracias a Josefa conocimos muchos datos interesantes y curiosos, que hoy toman mucha más relevancia debido a que ella desde hace un tiempo ya no está entre nosotros.
Es por ello que el rescate de estas historias de vida nos debe resultar más apremiante.
Hoy sus anécdotas, su fuerte voz, sus fotografías y sus recuerdos están para siempre guardados y pueden servir de guía para conocer un poco más del pasado y la historia de Río Colorado.
A ella y a su familia, que sigue brindándonos ayuda para conocer un poquito más, les estamos muy agradecidos.

Fragmentos de sucesivas entrevistas realizadas por Rosa Palacios y Shirley Trancamilla durante el transcurso del año 2007, y en el marco del Proyecto de Rescate y Preservación del Patrimonio Local del Instituto de Nivel Superior de Río Colorado.

Nuestra historia en las escuelas de la Comarca


Una tarea que desde la Asociación creemos que es fundamental...nuestra presencia en las escuelas.
Con motivo de la conmemoración de un nuevo aniversario de nuestra localidad, fuimos invitados a participar en diferentes escuelas primarias de nuestro medio, aportando fotografías, anécdotas, y acercando a todos los alumnos a nuestra historia, la de todos, la que le ha dado sentido nuestra querida comunidad.
Estuvimos presentes en la escuelas N° 18,91,256 y 346.
A sus directivos, docentes, y sobre todo alumnos, muchas gracias!!!