"Ahí supe lo que era la guerra..."



David Fernández, nació el 16 de Septiembre de 1920, en La Puebla, España. Es como tantos otros, un inmigrante que llegó a nuestra localidad, buscando nuevas oportunidades y embarcándose en una aventura que lo llevaría lejos de su patria.
Su testimonio es valiosísimo, en cuanto a que nos permite asomarnos a la dura realidad de la Europa inmersa en cruentas guerras, a su estilo de vida y a las peripecias de su largo viaje que lo acercaría a nuestro pueblo.
Su relato es elocuente en lo que respecta a su participación en la guerra:
“en el África me tocó de ir a pelear…había gente de Francia, de Alemania, de todos los países…, agarramos un tren, las armas, soldados y con todo hasta allá y ahí estuve 3 años en una ciudad que se llama Barache, una ciudad grande… y entonces en los mulos y caballos que habíamos llevado que transportaban las armas grandes que pesaban… no sé cuanto! Y bueno… cada soldado tiene su mulo para cuidarlo y después había soldados que iban a caballo… y los que fueron a caballo estuvieron 3 días y 2 noches viajando a caballo, paraban para comer o sino no paraban... y después acamparon ahí en un playa que había, acorralaban a los animales del cuello uno al otro armando una rueda y 20 o 30 caballos o mulos atados… y había que estar ahí cuidándolos con un palo porque sino se comían unos a los otros…
Y ahí me toco ir… y entré de camillero... y cada soldado llevaba su botiquín con vendas y esas cosas… y una vez que les dabas las primeras curas lo llevabas atrás hasta donde llegaban las ambulancias y ahí los cargaban hasta el hospital… y yo sentía los heridos gritando y era un bombardeo… pura tierra no más y los aviones arriba peleando unos con otros tirando bombas y abajo los soldados a balazos y no se sentía mas que un tiroteo ahí, y tierra… nosotros estábamos escondidos porque nosotros entrábamos cuando ya paraba el ataque que después los corrían… y salíamos y gritaban los muchachos “camillero…por favor ven que me voy en sangre”… y yo le dije a mi compañero… “vamos a sacar uno” y dice “no porque de acá no vamos a sacar vivo a nadie”...y bueno... ahí supe lo que era la guerra….”

Agrega también un dato curioso de su España natal, durante la guerra civil: “…. Ese colectivo que pasaba por ahí, por abajo del pueblo donde me crié yo, cuando se rendían vamos a suponer las tropas de acá al pueblo, ponían una bandera grande en un palo en el colectivo y venía flameando, y con el color de la bandera se sabía: se rindió Madrid o se rindió Barcelona o se rindió tal parte… de tal pueblo… o por ejemplo de Franco o de los otros que eran los contrarios, y bueno y traía un letrero también “se rindió tal…” y la gente, algunos eran de ese partido, otros no y siempre la bronca seguía… y así era la cosa… se terminó en Madrid la guerra, se quedaron ahí, estaban ahí adentro del enemigo y por no bombardear a la ciudad ahí aguantaron mucho tiempo hasta que fue terminando… y así fue...”

Pero en su relato también da a conocer detalles de su llegada al pueblo de Río Colorado y de sus primeras impresiones acerca de la nueva realidad que lo albergaría por largos años:
“...Yo vine en el año 49, el 21 de mayo llegué a Río Colorado, vine en el tren desde Buenos Aires...y fui hasta la esquina donde ahora esta el Kiosco El Beco… y antes ahí había una farmacia… y de ahí fui al hotel, eran las 3 de la tarde, y había 2 hombres de sobremesa, de un pueblo de España y le pregunté al hombre del hotel si conocía a mi pariente Méndez que fue el que me llamó para venir, y los otros que estaban ahí sentados me escucharon hablar por mi tonada española y se me acercaron y me preguntaban mucho sobre España… y después el hombre viene y me sirve un bife con vino y pan... miré a mi alrededor y no había ningún auto… el colectivo pasaba a la mañana y a la tarde… y me llevó el sodero Cibanal y me ofreció trabajo por si necesitaba en algún momento… y de ahí nos hicimos amigos…”

David llegó a la región para empezar a trabajar en la Colonia Juliá y Echarren, lugar que sería a partir de ese momento su nueva tierra, y el hogar que construiría con su esposa Alejandra, a quien una vez que se afincó, pudo traer también desde España: “...chacras había poco, recién se había empezado, esto era todo monte y empezaron a lotear y desmontar y fueron trayendo gente a comprar… primero sembraban papas, maíz y zapallos, después se dedicaban a la alfalfa para sacar la semilla que valía mucho y se hacían parvas de papas y ahí se pudrían porque no se vendían y comer no se comía tanto tampoco, gallinas había por cientos, chanchos había cantidad… hasta 3 carneadas por año, vacas lecheras este… caballos, por eso te digo que hambre no se pasaba, se sembraban papas, se sembraba verdura y tenías la leche, tenías los chanchos, las gallinas, huevos, cantidad… comías un pollo por día a lo mejor…”
“...la gente la veías muy rústica y yo la quedaba mirando… hacían bailes también ahí en ese galpón viejo que tenía Carbó se hacían bailes todos los sábados y traían orquestas del pueblo o de Bahía… siempre lo hacían de noche y ahí venían del pueblo y de la colonia… había mucha muchachada… todo se llenaba y después hacían pic nics, se hacían muchos que ahora no se hacen, por ahí a la sombra de un árbol, los domingos mas bien, todo el día, se llevaba comida y ahí bailaba la juventud, había grandes, chicos, todos…”

El testimonio de David Fernández del cual sólo hemos extraído un fragmento, constituye un claro ejemplo de la construcción de la memoria de un pueblo. En las raíces mismas de nuestra identidad se encuentra el aporte de muchos inmigrantes que en distintas épocas y por distintas circunstancias llegaron a nuestro pueblo.
Infinidad de vivencias personales, que circulan en los relatos familiares, pero que al hacerse públicas, nos permiten conocer detalles de nuestro propio pasado, y de esas realidades lejanas, las cuales claro está, no figuran en los libros.



Fragmentos de la entrevista realizada por Victoria Fernández, en el año 2007, incluida en el proyecto de Rescate y Preservación del Patrimonio Local, del Instituto de Nivel Superior de Río Colorado.

"El tren hacía un ruido especial..."


Hablar con Shirley (o con “Sirley”, porque no le gusta que su nombre lo pronuncien en inglés) es tener la sensación de hacer un viaje al pasado en donde claramente van a desfilar los nombres y lugares de la historia riocoloradense, como en una sucesión de fotografías.
Con una memoria por momentos envidiable, y dueña de una claridad que mucho debe tener que ver con su pasado docente, ella se muestra siempre entusiasmada para compartirnos sus vivencias.
Es que Shirley Tagliabúe de Etulain, es una hija predilecta de la localidad, nacida, criada y aún hoy viviendo en la casa que fuera de sus padres, sobre calle Juan B. Justo, frente a plaza San Martín, y aunque más no sea por eso, resulta la suya una voz autorizada cuando de recuerdos se trata.
Con una conversación pausada y un trato siempre amable, Shirley (o Sirley), nos abrió de par en par las puertas de su casa, toda vez que decidimos molestarla para que nos contara su historia, y nos regalara sus recuerdos. En esa misma casona que alberga muchos de sus momentos más importantes, alegres y de los otros, ella se interesa por nuestras inquietudes ya que según sus propias palabras: “es muy importante conocer la historia”.
Y aunque ella misma no cree todavía el invaluable aporte que ha hecho abriendo su casa, su álbum de fotos y su memoria, nosotros tuvimos la suerte de asomarnos a gran parte de su historia y a través de ella, a la historia del pueblo:

“...Mi mamá se llamaba Justa Lindón, nació en el campo y fue criada por su abuela ya que al nacer ella se murió su mamá, por el parto...fue muy buena y trabajadora, vino a la escuela 14 de Buena Parada...”
“...Mi papá vino de Bernasconi, allí su familia figura entre los primeros pobladores de esa localidad... era tenedor de libros de la Casa Alonso y López...Era socialista, junto a don Emilio Pioppi, Carriquiri, por ejemplo. Mi papá fue Intendente, elegido por el pueblo, en una época en que eso no era muy normal, y tengo una medalla que lo atestigua...”
“...Mis abuelos eran inmigrantes italianos, mi abuela nació en 1871 y con quince años vino a casarse con mi abuelo que era viudo y tenía el doble de edad...
Pienso que mis padres se conocieron acá en este pueblo...se casaron en 1918...”

Mientras el relato de Shirley fluye, comienzan rápidamente a desfilar nombres y actividades que se realizaban en el pueblo, y que otras personas han podido también atestiguar:
“...Mi mamá jugaba al básquet, en el Club Independiente que había formado un equipo de chicas, también jugaba al tenis en el terreno de acá al lado (se refiere al terreno contiguo sobre calle Juan B. Justo)...venían a jugar las chicas de Reig, Sara, Catalina, etc...ellas jugaban al tenis porque era más aristocrático...al básquet mi mamá jugaba con Elida Delssoto y algunas más que no recuerdo muy bien...”
Por lo demás quienes la conocen saben que siempre y cuando pudo, su vida estuvo vinculada a actividades sociales y culturales como la Biblioteca Popular, el Coro (que ella recuerda con mucho cariño), la Iglesia, y hasta supo incursionar en teatro “...me hubiera encantado ser artista...todo eso me gustaba mucho...yo siempre actuaba o ayudaba a preparar los actos de la escuela, se les llamaba veladas y se hacían en el viejo Cine Capitol...”
Y estas actividades las realiza desde siempre:
“...Los bailes se hacían generalmente en la Sociedad Española, en el salón donde está hoy mismo el Teatro La Barda...a veces también creo que se hacían en el salón del Club Independiente... en el verano generalmente se hacía al aire libre...”
“...Todavía me acuerdo que cuando se hacían bailes, nosotras íbamos temprano con otras chicas y cortábamos pedacitos de vela mezclados con talco para encerar el piso que era de madera, después cuando la gente bailaba se iba encerando...”
Resulta también muy curioso conocer algunos detalles de las costumbres del pueblo a través de los relatos de su infancia:
“...Las columnas de la luz estaban en la intersección de las calles, eran de hierro. Nosotros jugábamos en la esquina de Sarmiento e Irigoyen, donde vivían las chicas de López, Chicha y la hermana, la familia Aznarez, Titi Quintanilla, Coca Tuero y algunas más... y la primera que llegaba con un ladrillo golpeaba la columna y avisaba a las demás, ese era el punto de reunión... después jugábamos al patrón de la vereda, a saltar la soga, la escondida...”

“...Muchas de las chicas de acá nos fuimos a hacer nuestros estudios afuera, en Bahía o en Buenos Aires..., en el verano volvíamos al pueblo, el que viajó en tren sabe que cuando se llegaba a Río Colorado, en el puente ferroviario sobre el río, el tren hacía un ruido especial...todavía me acuerdo de ese sonido y la alegría que nos daba saber que habíamos llegado...era una sensación hermosa...”
Cada vez que uno visita a Shirley (o Sirley) puede descubrir que ella siempre tiene una nueva anécdota que contar, que fluye con su voz pausada y amable, que no alcanza a hacer eco en la vieja y a la vez hermosa casa que fuera de sus padres. Entre esas anécdotas también se hizo tiempo para relatarnos su propia historia de amor con quien fuera su marido, Rubén Etulain.
Pero esa, claro está, ya es otra historia...


Fragmentos de sucesivas entrevistas realizadas por Rosa Palacios y Diego Zurueta, entre los años 2007 y 2008, en el marco del proyecto de Rescate y Preservación del Patrimonio Local, del Instituto de Nivel Superior de Río Colorado.