Walter Yoffe. Un nombre con “luz propia”





Su presencia y sus obras quizás sean parte de aquellos aspectos que no hayan sido debidamente recordados, pero es innegable que su vida en la comunidad ha dejado una impronta más que visible.
Para conocer un poco más acerca de su historia debemos remontarnos muy atrás en el tiempo, y trascender incluso las barreras geográficas de nuestro país.
Nació un 9 de marzo de 1888, en Filadelfia, Estados Unidos, hijo de Juan Yoffe y Ana Batter.
El destino sin embargo, le propuso apenas nacido una muy dura prueba.
Según los relatos de Clara Bernaechea, su segunda esposa, el padre de Walter Yoffe, miembro de la Fuerza Aérea Norteamericana, falleció en un accidente de aviación un tiempo antes de que él naciera. Pero ahí no terminaron sus tempranas desventuras ya que su propia madre falleció también en el momento de dar a luz.
Walter quedó huérfano al nacer, pero de su padre le quedaría el cobro de una pensión, gracias a la cual pudo ser criado y educado en un colegio en donde realizaría los estudios elementales y aprendería sobre todo cursos de todo tipo relacionados con el trabajo técnico e industrial.
Las distintas y variantes instancias de su vida se pierden ante la ausencia de documentación, pero desde muy joven decide radicarse en la Argentina, y allá por 1905 se lo encuentra encargado de trabajar para una empresa que fabrica e instala molinos de viento.
Es así que con el tiempo surge la posibilidad de visitar por primera vez nuestra región. El itinerario podría describirse como “de Estados Unidos a Pichi Mahuida”.
Él mismo relataría muchas veces esa experiencia, y en su relato no ocultaba que se trató sin dudas de una gran aventura.
Prácticamente no hablaba ni una palabra aún en castellano, por lo cual lo enviaron acompañado de otro empleado que haría las veces de guía y traductor, y el cual sin embargo se vuelve a los pocos días, abrumado por la soledad absoluta del paraje.
Así Walter Yoffe queda con la tarea de lidiar con los molinos, el paisaje, y la gente del lugar que sin duda observaba con recelo a este “gringo” en Pichi Mahuida.
En sus relatos sobre aquellas épocas, siempre se encargaba de explicar que cuando llegó a la Argentina sólo contaba entre sus pertenencias con una valija de herramientas y una bicicleta, su máximo orgullo, y que había traído directamente de Estados Unidos.
La estadía y la adaptación sin duda no fueron fáciles en un medio absolutamente desconocido y sin las facilidades propias que otorga el conocimiento del idioma, pero él recordaba por muchos años el buen trato que le habían dispensado en aquel primer campo al que llegó.
Todo pusieron a su disposición, hasta una pieza especial para él en un lugar en el que no abundaban las comodidades ni los lujos.
Para cuando partió, había dejado colocados y en perfecto funcionamiento cinco molinos y la gratitud del dueño de aquel campo.
Al respecto, él contaba una anécdota muy especial. Tenía un gusto muy particular por los huevos fritos sobre todo en el desayuno, y ésta, al decir de él mismo, no era una comida muy acostumbrada en los campos de la zona.
En aquel primer establecimiento al cual llegó, le pidió a uno de los peones del lugar, y al que también le habían encargado que respondiera a cualquier solicitud de Yoffe, si podía esperarlo con un buen plato de huevos fritos para el almuerzo.
Mucho tiempo le llevó explicar su pedido a alguien que no entendía el inglés, y que al parecer tampoco entendía mucho de cocina.
Lo cierto es que nunca supo si fue por desconocimiento o por jugarle una broma al “gringo”, pero al mediodía él tenía sus huevos bien fritos...pero en aceite de motor.
Con el tiempo pudo ir adaptándose, su ventaja fue que tanto sabía instalar molinos como arreglar cualquier cosa que precisara de sus servicios gracias a los conocimientos que adquirió en la escuela, y así por ejemplo, a cambio de reparar una vieja vitrola que hacía años no dejaba sentir su música, un estanciero agradecido le obsequió un caballo.
Su trabajo lo fue llevando hacia otros destinos, de Pichi Mahuida salió con su bolso de herramientas y su bicicleta a ritmo de un sulky para los campos de la actual provincia de La Pampa en donde su habilidad y servicios le hicieron seguir ganado el sustento y nuevos amigos.
No más de cuatro años anduvo por los campos de la región colocando y arreglando molinos, hasta que tuvo la oportunidad de emprender un nuevo negocio.
No se le escapaba a su percepción la importancia que tenía en toda la zona la explotación de las ovejas y la gran producción de lana, por lo cual decidió invertir el dinero que llevaba ahorrado y comprar una máquina esquiladora.
Fue la tarea vinculada a las ovejas lo que lo lleva a instalarse ya definitivamente en nuestras tierras, un negocio por aquellos días muy sacrificado pero rentable, y que le permitió a su vez ahorrar dinero para acometer con una nueva empresa a la cual le dedicaría el resto de los años de su vida.
Ya por entonces contaba con dos máquinas esquiladoras, las cuales decide vender para instalar la primera usina para el suministro de energía eléctrica de Río Colorado, que inició sus servicios allá por el año 1922.
El galpón donde se instaló el primer motor, estaba ubicado en terrenos de la firma Cibanal Hnos. y Mendieta. Ese espacio le fue prestado hasta que pudo comprarlo, a cambio del suministro de energía gratuita y el mantenimiento para los motores de la carpintería que tenía Cibanal.
Según datos extraídos de un trabajo de Antonio Evangelista “el equipo de máquinas estaba compuesto por un motor de trilladora Rouston con calderas a vapor, utilizándose leña o carbón de piedra y accionaba un generador de corriente continua. El tendido de las líneas fue realizado sobre postes de pinotea de 0,10 x 0,10 mts. y 4,50 mts. de altura libre, con sus correspondientes crucetas para sostén de los cables. En 1925 se agregó un motor de un cilindro vertical de 30 HP”.
La primera en contar con el servicio de luz eléctrica fue precisamente la actual calle San Martín, desde siempre conocida como la “calle de la estación” y que contaba con la instalación de los negocios y edificios más importantes.
Con el tiempo, ya avanzadas las tareas del tendido de las líneas eléctricas y progresando el servicio, decide formar una sociedad con Ignacio y Eliseo Ibeas, la cual se plasma el 1 de febrero de 1929, denominándose Yoffe e Ibeas Hnos. y compran el terreno ubicado en la actualidad en la intersección de las calles República Española y Sarmiento, hoy propiedad de la Asociación de Bomberos Voluntarios. Allí construyen el edificio de la nueva usina y la casa de familia.
También se decidió dejar fuera de servicio el motor Rouston y se instala un motor de un cilindro horizontal Otto Deutz de 80 HP, con un volante llamativo por sus grandes dimensiones.
Hay que tener en cuenta que por estos años, y hasta que se logró con la Cooperativa Eléctrica la generación de corriente alterna, el servicio no duraba las 24 horas.
Al principio el servicio era interrumpido por las noches. Luego, cuando pasaron algunos años, la provisión de energía se iniciaba aproximadamente a las diez de la mañana hasta el mediodía, luego se ponían en marcha los motores a partir de las cuatro de la tarde y toda la noche hasta un instante antes de que amaneciera, para volver a reiniciar el servicio a las diez de la mañana del día siguiente.
Ello implicaba también que esta prestación poseía las deficiencias lógicas que se tenían con la corriente continua. Llegada la noche, los sectores más alejados de la planta generadora como era Buena Parada por ejemplo, tenían que colocar unas lámparas de 100 volts aproximadamente para poder contar con luz suficiente, ya que la energía comenzaba a perderse al agrandarse las distancias.
Por aquel entonces las únicas usinas en la región que continuaban con la generación de corriente continua eran además de la de Río Colorado, la de General Conesa y la de Bernasconi.
El 22 de mayo de 1940 se incorpora a la sociedad la señora Escolástica Beascoechea de Chillón y la empresa pasó a denominarse Yoffe, Ibeas y Cía.
Con el transcurso de los años y hasta que se terminó con la prestación del servicio por parte de la empresa, siempre fue una preocupación la mejora de los motores o la adquisición de nuevas máquinas.
Un cuarto motor vino directamente de EE.UU. Walter Yoffe siempre tuvo la posibilidad de seguir en contacto con su tierra natal, desde donde recibía catálogos e información concerniente a maquinarias, y que él devoraba sobre todo por las noches, en donde alternaba sus largos ratos de lectura, con momentos en los que trabajaba en la creación de algún adorno o artesanía hecha con materiales industriales que siempre tenía a mano.
De acuerdo a lo manifestado por Ángel Rodríguez, quien en el año 1955 y con 25 años de edad comenzó a trabajar como empleado en la usina, la relación de sociedad con Ibeas en primer término y con la familia Chillón posteriormente, sirvió para sumar capitales y experiencia de otras personas vinculadas al suministro de energía de corriente continua.
Ibeas vino desde Puerto Madryn en Chubut, en donde era propietario también de una usina, al igual que la familia Chillón era propietaria en la región de Bernasconi.
A la hora de indagar las razones por las cuales una persona como Yoffe había tomado la iniciativa de acometer la empresa de dar energía eléctrica al pueblo de Río Colorado, no debe pasarse por alto el hecho de que fue también fundamental su papel en la participación de otras instituciones aún vigentes como el Club Atlético Río Colorado, iniciativa llevada a cabo junto a unos amigos en el lugar de la sede actual, cuando por aquellos años seguía siendo un potrero para animales, con molino incluido.
Ni tampoco debe olvidarse que fue uno de los asiduos colaboradores de la Biblioteca Popular Domingo Faustino Sarmiento, y que desde hace años constituye uno de los orgullosos logros culturales de Río Colorado.
También es cierto que gran ayuda para él resultaba la posibilidad aquella de cobrar el dinero en dólares de la pensión heredada de su padre y que mantenía en una cuenta abierta en Estados Unidos.
Tanto las distintas empresas que encabezaba, como la adquisición de motores y la compra de terrenos, las realizaba mediante giros que solicitaba a su cuenta bancaria, pero ese mismo dinero muchas veces sirvió de garantía y sustento para actividades comunales que aún hoy sobreviven gracias a su empuje y determinación.
Las motivaciones para encarar sus negocios pueden entenderse como yendo de la mano de su afán por colaborar con el engrandecimiento del pueblo, ya que si nos atenemos a las que según nos cuenta su familia eran sus propias palabras “el pueblo donde yo vivo tiene que estar mejor de lo que está ahora, porque a mí este pueblo me ha dado mucho...”
Walter Yoffe, nacido en Filadelfia, llegado a nuestra región con sólo una valija de herramientas y una bicicleta, luego de prestar sus invaluables servicios a la comunidad, falleció en nuestra ciudad un 31 de enero de 1954.
En septiembre de 1967 caducó la prestación del servicio por parte de la empresa y se disuelve la sociedad.
A partir de allí, los primeros pasos realizados por este verdadero pionero de la energía eléctrica, no se detuvieron, sino que más bien continuaron la senda engrandecidos y sostenidos por la acción de otros vecinos emprendedores que habían hecho realidad el surgimiento de la Cooperativa Eléctrica.


Los detalles de la vida de Walter Yoffe fueron recopilados en una entrevista que Diego Zurueta realizara a su esposa, Clara Bernaechea de Yoffe, el día 29 de Octubre de 2008.


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