Era común que los vecinos ayudaran...

A nadie se le escapa que los inicios del pueblo se encuentran en el actual y a la vez antiguo barrio de Buena Parada, sobre las márgenes del río.
Distintos sucesos, entre ellos la gran inundación de 1915, fueron determinando que las autoridades y el grueso de la población se trasladara a las tierras adyacentes a la Estación del Ferrocarril y al puente carretero de hierro, inaugurado en 1909.
La localidad seguiría creciendo y tomando la fisonomía dada por esos distintos centros nucleadores, y lo que antiguamente fuera pueblo de Buena Parada, sitio pionero en la comarca, se iría convirtiendo con el tiempo en el barrio más antiguo.
¿Pero cómo era la vida en ese lugar hace unos años?
Para responder esas dudas persisten las fotografías, los documentos, pero también y muy especialmente la memoria, y sobre todo la de aquellos que recuerdan el barrio a través del cristal de la nostalgia.
Surge de sus relatos la visión de una vida acostumbrada al trabajo y al sacrificio, cuando según la mayoría de ellos “...acá no había nada”.
Para darnos una idea basta con conocer algunos testimonios, voces que en un barrio tan antiguo y conocido seguro se pueden ir multiplicando con imágenes similares.
Nadie puede olvidar por ejemplo, y sobre todo en Buena Parada, la presencia de doña Eustaquia, asociada para siempre en el recuerdo de muchos por su tarea de enfermera. Y es ella precisamente quien se mostró dispuesta a relatarnos sus inicios en esa noble actividad, y a brindarnos una imagen de su querido barrio:

“...En el año 31 yo vine a la escuela de Buena Parada, la vieja escuela que estaba al lado de las vías, ahí y en ese año plantamos esos viejos eucaliptos que todavía están al lado de la vía...los eucaliptos están porque de la escuela no quedó nada...se fue cayendo y lo que no se cayó, después lo tiraron todo...”

“...Casas había pocas, unas poquitas casas así de material, esto era todo ranchitos de adobe...”

“...En el 45 me interné acá en la salita, y ahí me dijeron si no quería quedarme a trabajar...yo estaba en ese tiempo en el campo y me dijeron que la enfermera que estaba se casaba y se iba...así que ahí empecé a trabajar en la salita en el 45...”

Doña Eustaquia no fue la única voz. Quienes recuerdan los tiempos pasados en el barrio, nos traen imágenes de sacrificio y trabajo, como Francisco Chalcosbky, quien con un amplio testimonio nos brindó su panorama del pasado:

“...Ahí donde está la escuela, ese terreno era de la plaza, todo eso era para la plaza...y el busto ese que está en la plaza San Martín, ese lo habían traído para la plaza de acá de Buena Parada...después vinieron y se lo llevaron... pero era para esta plaza...”

“...Acá se trabajaba mucho la alfalfa, se sembraba, se trabajaba, el que tenía 20 o 30 o 10 hectáreas lo que fuera... , y después se traía la enfardadora que tenía que ser tirada por dos caballos...y se hacían unos flores de fardos!!...”

“...Todos trabajaban, mujeres, chicos, hombres, todos tenían que trabajar, y era común que vinieran los demás vecinos a colaborar en los trabajos de cada uno...”

“...Los oficios más importantes que había cuando yo vine eran el de herrería y carpintería, sobre todo se usaba mucho para los carros, antes no había coches...eso sí, se hacían unos trabajos que por ahí duraban toda la vida...”

Es curioso como a veces concuerdan los relatos, sin saberlo Nilda nos brindaría una imagen muy similar sobre el barrio, haciendo hincapié en aquello que ya señalara Francisco sobre la cultura del trabajo y la participación de todos:

“...Mi abuelo vino de Italia, con un primo que era carpintero de apellido Benetti...más o menos para el 1900 ya estaban todos divididos los lotes de Buena Parada y mi abuelo se hace dueño así de dos chacritas junto al río...”

“...Mi abuela no era italiana pero se ve que adoptó las costumbres, los jueves y domingos la comida eran las pastas, incluso se criaban los cerdos y después hasta se hacían las facturas...facturas de cerdo...”

“...Se dedican a la agricultura, tenían también unas viñas, y esto le permitía hacer unos vinos caseros que según cuenta la gente que lo conoció era un muy buen vino, muy rico...”

“...El hizo mucho por mejorar la producción de estas tierras, antes se sacaba el agua mediante norias...después hubo gente que usaba malacates...esta era una zona en la que se sembraba y cosechaba mucho pasto, alfalfa...todo después se enfardaba y se veían unos fardos grandes...”

“...Yo lo que rescato mucho de mis abuelos es la unión que había antes en las familias...me acuerdo que cuando venía el tiempo de la vendimia salíamos todos, los abuelos, padres, tíos, mujeres y chicos y nos íbamos a vendimiar...también venían las familias de los vecinos, y todos juntos se daban una mano...después cuando se terminaba en una chacra iban todos juntos a seguir colaborando en la chacra de los vecinos...”

“...Yo pienso que a lo mejor para los que vienen ahora les es más fácil, tienen las herramientas, el canal de riego hecho, tienen estudio....pero por lo que recuerdo y me contaron, la gente que vino de afuera acá, no la pasaron muy bien...pasaron muchas penurias...”

Sin duda que como éstas, otras voces pueden ir reflejando de manera mucho más exacta las distintas carencias y virtudes propias de un barrio, que desde muchos años atrás ve transitar la vida de sus vecinos.
Van surgiendo nombres propios y anécdotas, imágenes dormidas en la memoria de un sitio que aunque pasen los años, se enorgullece de ser, con su impronta de trabajo y sacrificio, la cuna de la historia local.



Fragmentos de entrevistas realizadas entre Mayo y Octubre de 2007 a Eustaquia Albariño, Francisco Chalcobsky y Nilda Santagiuliana por Verónica Entraigas y Yésica Ríos, en el marco del Proyecto de Rescate y Preservación del Patrimonio Local, del Instituto de Nivel Superior de Río Colorado.

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